lunes, 31 de julio de 2017

EL MÚSICO DEL SEÑOR

Debido a su alocada vida, marcada por el alcohol y la fama como músico profesional, se quedó en la ruina y al borde del desalojo. Al experimentar la gloria de Dios, Jorge cambió y aprendió que no hay nada más hermoso que entregar su talento al servicio del Creador.
    • El músico del Señor
    Poseía tanto dinero que podría haber conseguido lo que quisiese. Sin embargo, había algo que no podía comprar: la felicidad. Todos sus amigos, artistas famosos, tenían una vida caracterizada por el consumo excesivo de alcohol y drogas. Jorge Castillo Hernández se preguntaba si esa era la vida que quería. Añoraba tener una familia, una esposa, hijos, pero la vorágine de su desordenada vida se lo impedía.
    Trató de recordar las enseñanzas de su mamá, intentó cambiar su vida, pero el desánimo lo venció. Cada vez estaba más triste y se refugiaba en el vicio con el fin de olvidar su amargo dolor. Había podido superar una adolescencia difícil, sin padre, pero con una madre cristiana que trabajó con abnegación para darle un futuro mejor.
    Castillo Hernández había nacido en 1975 en Pinar del Río, Cuba, en un periodo importante en la historia de aquel país caribeño, en el apogeo del gobierno de Fidel Castro, cuya revolución había triunfado dieciséis años antes.
    La historia del matrimonio de sus padres era curiosa, por decir lo menos. Su padre, Raúl Castillo Martínez, un militante comunista del partido revolucionario cubano, se había infiltrado durante dos años en una iglesia evangélica para conquistar a Silvia Hernández Torres, una mujer devota del Señor.
    Como lobo vestido de oveja, aquel hombre fingió ser un fiel cristiano hasta conseguir su mayor objetivo, conquistar a Silvia. Logrado su cometido, reveló su verdadera personalidad en su noche de bodas. Triste sorpresa se llevó la flamante esposa al comprobar, con carnet en mano, que su pareja pertenecía al partido comunista.
    Sin poder volver atrás y con la esperanza que no fuera tan malo, la mujer aceptó su destino. Sin embargo, los problemas no tardarían en llegar para Silvia. Desde el primer día de matrimonio, el esposo le prohibió asistir a la iglesia. Desorientada y sin avistar una solución, encontró refugio en la oración, pero debido a la fuerte presión en su hogar, poco a poco se apartó de los caminos del Señor.
    Pronto nacieron sus hijos José, Joel y Jorge, el último. Ella fue enseñándoles la existencia de Dios e intentó recuperar su pasado adoctrinando a escondidas a sus hijos, pero terminó siendo consumida por los vicios del mundo, que la convirtieron en esclava del tabaco y el alcohol.
    Nace la pasión por la música
    Por su parte, Jorge desde muy pequeño aprendió el amor por la música. A los 10 años de edad, lo matricularon en una escuela de música profesional y empezó a estudiar percusión. Pero algo trágico ocurriría una tarde de abril de 1985, su padre falleció debido al consumo excesivo de alcohol. Ningún tratamiento pudo ayudarlo, la cantidad de alcohol en la sangre era tanta que le provocó un paro respiratorio y la muerte.
    La tristeza embargó a la familia. Por su parte, Jorge decidió dejar la música, pero su madre pronunció ciertas palabras que lo retractarían de su decisión.
    – El sueño de tu padre era verte como músico, esfuérzate y conviértete en el mejor –dijo Silvia.
    Fue entonces que despertó en Jorge una verdadera pasión por la música y el deseo de no defraudar a su progenitor.
    La desaparición de su padre regresó a su madre a los caminos de Dios. Desde aquel momento, Silvia llevó a sus hijos a la iglesia, pero sería Jorge quien, empujado por la curiosidad, no se apartaría de su madre, lo que lo condujo a compartir las enseñanzas de la Biblia y a comprobar la ayuda de Dios. A su corta edad entendió que el Señor era tan real que podía ayudarlo en cualquier situación, como en los asuntos escolares.
    Fama y fe
    Al concluir la escuela elemental, Jorge se mudó a La Habana para seguir sus estudios de música. Su talento rápidamente fue captado por grupos y orquestas musicales que no dudaron en contratarlo a pesar de su corta edad. La fama le hizo olvidar su fe y poco a poco fue envuelto por los placeres de la vida. Se graduó a los 23 años y se unió a grupos famosos de la época que lo llevaron de viaje por el ámbito nacional.
    Nunca dejó de ayudar a su madre, pero sin darse cuenta, el mundo de la música, la fama y el dinero lo convirtieron en un triste hombre consumido por las drogas y el alcohol. Su talento fue creciendo y con él las giras. Una mesa llena de bebidas alcohólicas y drogas era lo que obtenía antes de cada concierto. En el escenario, brillaba por su talento; detrás de la cortina, vivía un mundo desordenado, sin límites, al borde de la locura.
    Sus hermanos se alejaron de su madre y cayeron en pecado. El mayor, José, se volvió alcohólico y violento con la esposa. Joel, el siguiente, enloqueció y andaba sucio por las calles.
    Por el contrario, Jorge recibía tanto dinero que podría haber obtenido lo que quisiese. Tenía todo lo material, pero se sentía vacío. En muchas ocasiones se preguntó si esa era la vida que quería para él. Cayó en depresión, cada vez estaba más triste y se refugió en el vicio para tratar de olvidar su amargura.  A los 30 años aún no encontraba la mujer que le brindara estabilidad familiar. Si bien era cierto que en el mundo de la música tenía muchas admiradoras, todas lo buscaban por una sola razón: el dinero.
    En una de las giras, cuando se resignaba a estar solo por el resto de su vida, conoció en Roma a Cinzia Parisi, una joven italiana muy bronceada aquel entonces, que hablaba muy bien el español. Resultó que el hotel donde Jorge se hospedaba se encontraba al lado de la casa de la muchacha.
    Se hicieron novios a los pocos días y Jorge debía seguir con la gira musical. Llevaron su romance a distancia por dos años. Los amigos creían que esa relación no duraría, pero para sorpresa de todos se casaron en el 2006, en Cuba.
    La idea inicial era vivir juntos en la isla, pero la situación económica era muy difícil para Cinzia, así que se mudaron a Italia. Ella trabajaba en un salón de belleza, mientras Jorge esperaba conseguir un trabajo como músico, pero le era muy difícil porque no conocía el idioma. Atrás quedaron los días de abundancia. Entonces pensaron migrar a España.
    Encuentro con Dios
    En Barcelona vivieron cerca de año y medio. Nació su hija Yunesis y Jorge consiguió algunos trabajos en orquestas locales. Sin embargo, la tranquilidad no duraría mucho tiempo, la crisis en el país europeo iba en aumento y las posibilidades de seguir trabajando se iban desvaneciendo.
    Su esposa extrañaba su país y decidieron regresar a Roma en el 2010. La situación económica era deplorable, solo Cinzia tenía trabajo, así que Jorge tuvo que dejar la música a un lado y fue a trabajar en el campo, con su suegro, a recoger castañas. En un ambiente desolado, alejado de la ciudad y su familia, pensaba si volver a Cuba podría ser la mejor solución.
    Cierto día, sentado frente al televisor y cansado de ver lo mismo en un idioma que apenas podía comprender, halló un canal en que hablaban español. “¡Por fin algo que puedo entender!”, exclamó. De repente, oyó la voz de un pastor cubano que predicaba la Palabra de Dios y le decía todo cuanto le había acontecido en la vida. Se trataba de Bethel Televisión. Aquellas palabras quebrantaron su corazón y de rodillas pidió perdón al Señor.
    Entonces llamó a su esposa para contarle lo que había sucedido. Para entonces, la madre de Jorge llegó de visita a Roma. La noticia de la experiencia espiritual del músico era motivo de felicidad en la familia.
    Pronto su madre necesitó ir a la iglesia, así que buscó una en Roma, pero no la halló. De pronto, en su incansable búsqueda por internet, encontró una dirección y un teléfono del Movimiento Misionero Mundial en Roma. Llamó y el pastor le habló con tanto amor que ello lo sorprendió gratamente, pues nunca había oído hablar así a nadie. Madre e hijo acudieron al templo.
    A partir de entonces, Jorge comenzó a vivir una lucha espiritual. Trabajaba en discotecas, bares, orquestas y bandas, pero, al mismo tiempo, profesaba una vida cristiana.  Era una contradicción que no lo dejaba tranquilo.
    Una noche recibió una revelación. Sintió que si no dejaba la vida que llevaba se iba a perder. Atemorizado, negándose a creer lo que había sentido, llamaba cada diez minutos a su esposa para preguntarle si sus hijos continuaban allí.
    Música para el Señor
    En aquel tiempo Jorge había formado un grupo musical de jazz y había logrado producir un disco compacto, pero después de la experiencia en la iglesia abandonó sus planes y cambió hasta su forma de vestir. Sus compañeros le ofrecieron más dinero para que volviera con ellos, pero no aceptó, porque decidió consagrarse enteramente al Señor.
    Buscar trabajo nuevamente no fue fácil para él. Ver que a otros le dijeran que sí y que a él lo rechazaran, era duro porque tenía necesidades en el hogar. Su esposa cambió junto con él; ver el cambio en Jorge fue suficiente para que ella decidiera aceptar a Cristo. Aunque al inicio fue difícil también para ella, Dios se encargó de preparar su corazón.
    Pronto la bendición llegaría a la puerta de su hogar. Personas les llevaban alimentos de primera necesidad y ropa. Vieron la gracia de Dios y ello motivó que se consagraran a Él. En el 2012, Jorge ganó su victoria, tomado de la mano de su esposa recibió el bautizo. Fue entonces que de ser músico de la calle pasó a ser músico de Dios. Se hizo cargo de la música en la iglesia y Dios lo usó de tal modo que las adoraciones y alabanzas eran la gloria del Señor.
    Tiempo después, y luego de trabajar para la televisión, vendió su firma a Latin Percussion, una marca mundial de instrumentos musicales. Aquel acto le permitió conseguir un camión de instrumentos solo para él.
    Un día oyó la prédica del Reverendo Gustavo Martínez y le quedó grabado que a Dios se le debe entregar lo que a uno le cuesta más, no lo que le sobre. Rápidamente pensó en sus instrumentos. Aquel día no dudó mucho y cargó todos los instrumentos en el automóvil y los donó a la iglesia.
    Actualmente, Jorge sirve al Señor en la ciudad de Nápoles, Italia, al lado de su esposa y dos hijos, y cree que lo que tiene es algo inmerecido. Su hermano Joel falleció de sida, pero logró hacer la oración de fe antes de su muerte, mientras que su hermano mayor se convirtió en pastor de una iglesia y le sirve a Dios con todo su corazón. Las oraciones de su madre dieron su fruto a tiempo y Dios le otorgó una gran recompensa.
    (Ampliados)
    En muchas ocasiones se preguntó si esa era la vida que quería para él. Cayó en depresión, cada vez estaba más triste y se refugió en el vicio para tratar de olvidar su amargura.  A los 30 años aún no encontraba la mujer que le brindara estabilidad familiar.
    A partir de entonces, Jorge comenzó a vivir una lucha espiritual. Trabajaba en discotecas, bares, orquestas y bandas, pero, al mismo tiempo, profesaba una vida cristiana.  Era una contradicción que no lo dejaba tranquilo.
    Un día oyó la prédica del Reverendo Gustavo Martínez y le quedó grabado que a Dios se le debe entregar lo que a uno le cuesta más, no lo que le sobre. Rápidamente pensó en sus instrumentos