LA GLORIA DE DIOS
Entrenada como sicaria y asaltar a mano armada. Especializada en falsificar dinero y abrir cualquier caja fuerte. La vida de Gloria Castiblanco Beltrán mostraba las mayores perversiones delincuenciales, en medio de excesos libertinos. Parecía carecer de remordimiento, hasta que se encontró con el Señor y salió de la miseria espiritual.
Aunque sospechó que algún día atentarían contra ella, por la azarosa vida que llevó en el mundo de la delincuencia; Gloria Castiblanco Beltrán siempre se mantuvo preparada para el momento exacto en que tratarían de hacerlo. Provista con su “mejor aliado”, un revólver Smith and Wesson calibre 38, nunca pensó que esa misma arma que tanto la protegió, dispararía contra ella y la marcaría para siempre.
Todo ocurrió en marzo de 2002, cuando Gloria con 25 años de edad habitaba un lujoso apartamento todo equipado en la mejor zona de la ciudad de Bogotá, Colombia. En eso, sintió los fuertes golpes que dieron a la puerta y la despertaron de su descanso.
Al no soportar más el bullicio se dirigió a la entrada del apartamento para ver quién llamaba a la puerta. Al preguntar por qué tocaba de esa forma, Gloria escuchó la voz de uno de sus compañeros de asaltos de su banda llamada “Los Marucas”, quien pidió dejarlo entrar para conversar sobre el próximo atraco en la ciudad. Fue entonces que al abrir la puerta, un fuerte empujón la tiró al suelo y sin tener oportunidad de reaccionar, fue reducida con un arma. Al instante, descubrió que aquellos dos compañeros asaltantes que irrumpieron en su domicilio la estaban asaltando.
Al ponerla de pie en medio de un forcejeo, uno de ellos, llamado “El Gato”, la dirigió a su habitación y le dijo: “Te venimos a robar y luego te mataremos, pues no nos conviene dejarte viva, porque ya sabemos de lo que eres capaz”.
Gloria observó cómo sus propios compañeros de asaltos, con quienes horas antes habían robado en el barrio Manrique, en Medellín, la despojaron de parte del botín.
“En ese momento tuve una cita con la misma muerte”, refiere Gloria.
Herida de muerte
Cuando ambos delincuentes acabaron de guardar todo el dinero en una mochila, recriminaron a Gloria por su ingenuidad y su poca seguridad al confiar en ellos y abrirles la puerta. En ese instante, “el Gato” cogió el arma de Gloria y empezó a rastrillarla sobre la cabeza, y en el momento menos esperado disparó contra ella, cumpliendo así su palabra de no dejarla viva.
Al verla tirada sobre el suelo y con un charco de sangre que emanaba de su cabeza, ambos hampones huyeron del apartamento, sin sospechar que esta fulminante descarga que ingresó por el maxilar derecho y salió por detrás del oído de Gloria, no le hizo ningún dañó ni le causó la muerte. Al contrario, se hizo la desfallecida y al cabo de diez minutos de esperar a que los matones huyeran de la escena, Gloria se reincorporó sin sentir el más mínimo dolor, salvo las ganas de cobrar venganza y matar a quienes atentaron contra su vida.
“El diablo se apoderó de mi pensamiento por esta cobarde traición. El odio y la sed de venganza llenaron mis entrañas…”, narra hoy Gloria.
Al transcurrir los minutos y ver la profunda herida que le dejaron y que pudo costarle la vida, Gloria acudió a un hospital ubicado en Ciudad Tunal en plena ciudad de Bogotá. Al llegar al nosocomio, los médicos y enfermeras quedaron totalmente asombrados, al verla consciente y hablando como si nada le ocurriese. ¡Milagro!, ¡Milagro! se oyó entre los pasillos de aquel hospital.
Infancia destruida
Gloria Castiblanco Beltrán nació el 7 de junio de 1977 en Bogotá, Colombia. Según recuerda, –a sus cinco años de edad–, sus padres decidieron separarse y acabar con los 25 años de matrimonio que los mantuvo unidos. Al contemplar esta debacle en su hogar, ella sintió una fuerte rotura en su corazón. No podía creer que las dos personas a quienes más amó, tomaran rumbos distintos.
Varios años después de maldecir su situación y viviendo a espaldas de su madre y de sus siete hermanos mayores, Gloria se convirtió en una muchachita escurridiza y poco amable; pero siempre con la mirada puesta en su superación. Fue así que a sus 16 años de edad, escapó de su hogar para cumplir ese sueño.
“Escapé de la casa de mi madre para vivir sola y para demostrarme a mí misma que podría ser feliz sin pedírselo a nadie”, refiere.
Lejos de su madre, se ubicó al noreste de la capital, en Ferias más conocida como “Pueblo Quieto”, por el alto índice de robos y atracos que ocurrían en el lugar. Allí conoció a amistades de mala reputación, en especial a una muchacha que provino de una familia acostumbrada al hurto y del que surgieron varios grupos de delincuentes. Al inicio nada inmutó a Gloria, pues se dedicó a trabajar como vendedora en una pequeña empresa, que le abrió las puertas a otros empleos que requirieron sus servicios por su tenacidad en las ventas. Esto también le permitió ingresar a la Universidad Nacional de Colombia para estudiar Psicología Infantil, quizás para ayudar a otros niños que sufrieron como ella.
Tentada por la delincuencia
Sin embargo, varios meses después de su sacrificada lucha por trabajar y estudiar, Gloria abandonó sus estudios universitarios y se dejó tentar por el dinero fácil, que muchos de sus amistades del barrio obtuvieron sin mayor esfuerzo. Fue así que empezó a relacionarse mucho más con aquellos delincuentes del bajo mundo y a aprender todas las técnicas del hurto, como robar desde pequeñas carteras de bolsillo, hasta introducirse en almacenes, apartamentos y autos lujosos para desvalijarlos o robar sus partes. Además, se convirtió en una hábil falsificadora de dinero, firmas, cédulas de identidad y pasaportes, hasta descifrar las claves de las cajas fuertes y robar todo lo que pudiese. También fue entrenada como sicaria para matar por encargo.
“Gracias a Dios, el Diablo nunca pudo manchar mis manos de sangre, porque a pesar que fui entrenada para matar, nunca quise hacerlo. Tampoco purgué cárcel por la delincuencia”, revela Gloria.
Una vez que fue preparada, integró una pequeña banda que se hizo llamar “Los Guardesnay”, que empezó a operar en pequeños barrios de la urbe capitalina. A Gloria decidieron llamarla “Porcelana”, por la destreza con que ejecutaba sus asaltos y por escapar sin problemas.
“Nunca me dejé involucrar como miembro de una banda, para no tener problemas con ninguno de ellos o con las autoridades. También evité enamorarme…”, confiesa Gloria.
Su destreza en el hurto también la llevó por otras bandas delincuenciales, que se convirtieron en el terror de toda la capital colombiana. Para ello, adoptó varias identidades para evitar que autoridades y otras bandas rivales la identifiquen.
“Nuestra fechoría nunca descansaba, hasta asistíamos a velorios para recoger y falsificar las firmas y las tarjetas de crédito de los deudos y así usarlas mientras estaban en su dolor”, recuerda Gloria.
Doble venganza
Luego de haber quedado herida con aquella bala que traspasó su cráneo, Gloria fue intervenida quirúrgicamente y restablecida en cuestión de días. Fue ahí cuando planeó escapar del hospital, para evitar ser identificada y cumplir su plan de venganza en contra de los hampones que desfiguraron su rostro.
Al cabo de unas semanas, Gloria –con una nueva identidad– pasó desapercibida entre sus amigos y familiares y viajó a Ecuador donde se contactó con amistades de otras bandas delictivas, quienes la recibieron y trabajaron con ella.
“¡Colombia, volveré para saldar cuentas…!”, refirió en pleno vuelo.
Un año después y al encontrarse en la ciudad de Quito, Gloria tuvo problemas migratorios y fue deportada a su país como ilegal. Luego se ubicó en una ciudad fronteriza con Ecuador y desde allí le propusieron hacer pasar cinco millones de dólares falsos por originales, de los cuales recibiría cien mil dólares y un pasaporte italiano para fugar sin problemas a Europa. Con la obtención de este dinero, Gloria se propuso retornar a Colombia y vengarse de los dos maleantes y sus familias que atentaron contra su vida.
No era feliz
Antes de llevar a cabo su plan, viajó a la ciudad de Montañita en el Ecuador, para divertirse en un “After Party” de cinco días de música electrónica, donde el éxtasis fue el plato fuerte de aquellas noches. Sin embargo, cuando Gloria se encontraba en la playa de Atacames, al norte del país, rumbo a aquella farra, dos jóvenes cristianos salieron a su encuentro y le preguntaron si era feliz. Al instante Gloria respondió desafiantemente: sí, sin pensar que su respuesta haría un eco en su corazón.
Varios días después trató de responderse nuevamente la misma interrogante, sin antes encontrar un enorme vacío dentro de ella. Instantes después, cayó al suelo llorando y pidiéndole perdón a Dios por todos sus pecados y por no tener respuesta a aquella pregunta.
“Mientras lloraba como una niña, sentí que algo invadió mi cuerpo y todo mi ser se estremeció. El odio y el resentimiento salieron de mi corazón, y comprobé que el amor si existía y estaba en Dios”, rememora Gloria.
Después de esta experiencia divina, Gloria renunció a su sed de venganza y a todo lo ilícito que obtuvo en Quito. Unos meses después buscó una iglesia en la ciudad de Esmeraldas, donde se estableció y donde el Señor la envió a su obra, junto a su esposo Fernando Olmedo y sus tres pequeños hijos Esteban, Jemima y Josué.
“Ni toda la droga del mundo o lo que yo pude haber hecho, me hizo sentir tan feliz como la presencia de Dios en mi vida”, asegura Gloria con la vida renovada.