¿QUÉ ES UN ALTAR?
Lugar de sacrificio construido de roca, tierra o bronce. La superficie natural de una roca (Jue 13.19, 20), o un montón de piedras (Gn 8.20), podían servir de altar en la antigüedad.
Mientras que en el mundo pagano el altar era principalmente la «mesa» donde se ponía el banquete para el dios, por lo general este sentido está ausente en el Antiguo Testamento (Is 65.11). El altar era, primero, señal de la presencia de Dios donde Él se había manifestado en forma especial (Gn 12.7; 26.24, 25). También era un lugar de misericordia. Un prófugo, al asirse de los cuernos del altar, encontraba asilo (1 R 2.28). Sin embargo, el propósito principal del altar era establecer y mantener la relación del pacto entre el pueblo de Israel y Dios (Éx 20.24; Lv 1.5, 16). Fue un instrumento de mediación.
El altar del holocausto estaba en el vestíbulo del tabernáculo. Era cuadrangular, de madera de acacia, cubierto de bronce, con cuatro cuernos en los ángulos (Éx 27.1–8). Tenía cuatro anillos por los que pasaban las varas con que se portaba en el desierto. Parece que el altar del holocausto en el templo de Salomón no los tenía. En el centro tenía una rejilla sobre la que se colocaba el sacrificio. Para el servicio del sacrificio, el altar tenía calderos de bronce para recoger la ceniza, tazones para recoger la sangre y otros instrumentos para arreglar el sacrificio, como paletas, garfios, y sus braseros, todo de bronce. Sobre el altar se ofrecía el holocausto y otros sacrificios por la mañana y por la tarde; nunca se apagaba el fuego (Lv 6.13).
El altar del incienso era pequeño (Éx 30.1–5; 37.25–28), de madera de acacia cubierta de oro, con cuatro cuernos y cuatro anillos para transportarlo. Se hallaba delante del velo que separaba el Lugar Santo del Santísimo; sobre este altar se ofrecía cada día el incienso aromático, por la mañana y por la noche, con la excepción del Día de Expiación (Lv 16.18, 19). Sobre los cuernos del altar se rociaba la sangre de un animal (Éx 30.10).
El altar, en sentido figurado, es el lugar de consagración (Ro 12.1) donde el creyente demuestra en forma pública su absoluta dedicación a Dios (cf. Flp 4.18; Heb 13.15, 16; 1 P 2.5).
HECHOS DEL POLVO DE LA TIERRA
En realidad ¡fuimos formados de la tierra! Lo que dice la ciencia más moderna sobre los elementos que componen el cuerpo de los seres humanos.
¿QUÉ HAY DE CIERTO EN QUE FUIMOS HECHOS DEL POLVO?
Por descabellada que pueda parecerle esta declaración, no se apresure a juzgarla sin antes darnos la oportunidad de que le expongamos lo que dice la ciencia más moderna sobre los elementos que componen el cuerpo de los seres humanos:
Los elementos que forman parte de los seres vivos reciben el nombre de bioelementos o elementos biogenéticos. Si analizamos la composición de los seres vivos se pueden apreciar a lo menos unos 70 bioelementos de los cuales unos 20 son imprescindibles para la vida. Los bioelementos se clasifican en: Bioelementos primarios: Son aquellos que se encuentran en proporción igual o superior al 1% del peso total del cuerpo. Pertenecen a este tipo: el Carbono (C), el Oxígeno (O), el Hidrógeno (H), el Nitrógeno (N), el Calcio (Ca) y el Fósforo (P).
Bioelementos secundarios: Son aquellos cuya concentración en las células es entre 0.05 y 1 %, también reciben el nombre de microelementos. Entre ellos se encuentran: el Sodio (Na), el Potasio (K), el Cloro (Cl), el Magnesio (Mg), y el Azufre (S).
Oligoelementos: Son aquellos que se encuentran representados por átomos cuya concentración celular es menor que 0,05 %. Entre ellos se encuentran: el Fierro (Fe), el Cobre (Cu), el Manganeso (Mn), el Flúor (F), el Zinc (Zn), el Molibdeno (Mb), el Boro (Bo), el Silicio (Si), el Cobalto (Co) el Yodo (I) y el Selenio (Se). Estos elementos son llamados también elementos trazas por la baja concentración en que se encuentran.
Todos estos elementos se encuentran o forman parte de la tierra en que vivimos y por lo tanto la frase bíblica, en su simplicidad, es científica y literalmente correcta: ¡Fuimos formados de la tierra!»
“Toda carne perecerá juntamente, y el hombre volverá al polvo», Job 34:15.